sábado, 21 de marzo de 2015

Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.

Conversaciones en una tienda. En el zoco. Conversaciones en el tren, en el aeropuerto. En los largos viajes en bus. En la calle. Conversaciones acompañadas de té, cacahuetes y pastas. Conversaciones acompañadas de ritmos interminables de tambores. Conversaciones de todo tipo. Conversaciones en cinco idiomas. 

Eso es algo que, sin duda, solo he encontrado en este país. 


Se agradable y te llevarás a casa millones de conversaciones. Cualquier desconocido te regalara anécdotas, historias y hasta lecciones de vida. De estas ultimas he recibido muchísimas, que nunca han salido de mi cabeza. 

Esa vez que una familia; una pareja, una abuela y una niña preciosa, que sin apenas poder comunicarnos en ningún idioma, hicieron nuestro viaje en tren interesante y divertido. En general, todos los viajes en autobús, tren, taxi compartido... siempre van acompañados de personas que están dispuestas a darte conversación, compartir comida e invitarte a lo que haga falta para darte la bienvenida a su país. Sin que te des cuenta te habrán ofrecido hasta pasar noches en su casa con su familia y de verdad.



Si viajáis a Marruecos nunca dudéis en aprovechar en esas ocasiones. No penséis que están buscando algo a cambio, es su forma de ser. La gente te tratará como tu les trates, si vas con ganas de ser amable, de reír, de conocer a las personas que te encuentres... ellos te lo pondrán fácil, serán amables, educados, graciosos y sobretodo generosos, la hospitalidad es parte de su cultura. Por lo general, ellos están contentos de que vayas a sus tierras, y harán todo lo posible para que disfrutes de ella. Y aunque no estemos tan acostumbrados a que la gente ayude sin esperar nada a cambio, en este país te sucederá día si y día también. Lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar. Cuando viajes a Marruecos, intenta conocer. Conocer a las personas que, por lo general, y aunque mucha gente opine diferente, son maravillosas.




Aquel hombre que mientras estábamos tristes por tener que volver, me explicó que, según él, los europeos planteamos mal la vida, la hacemos más difícil de lo que realmente es. Él era músico, se movía por África con su música, su vida era toda una improvisación. Nos decía que no llorásemos, que no tenia sentido. "¿Pero por que no os quedáis?" Decía riéndose... la universidad, el máster... "¿Por qué ahora no te quedas aquí si es lo que quieres? Si lo que a ti te apetece es quedarte un tiempo indefinido haciendo lo que te hace feliz, ¿por qué no hacerlo? Lo importante no deberían de ser esos calendarios y horarios. Hay que moverse por sentimientos, sensaciones y sueños. Los Africanos improvisamos y vivimos lo que tenemos y sentimos en cada momento." (más o menos dijo algo así...) ¿Y es que no es cierto? ¿Por qué no? ¿Al fin y al cabo nuestro objetivo de todo no debería ser la felicidad? 

O esas interminables conversaciones sobre religión, sobre islamismo contra ateísmo, sobre temas delicados, pero que con respeto te hacen reflexionar, dudar y entender. 




O En Errachidia, cuando después de un largo viaje triste (las vueltas y despedidas siempre son duras) y mi amigo todavía no había llegado a buscarme, un chico esperó conmigo consiguiendo hacer un momento bastante difícil en otra charla entretenida. Era italiano pero de padre marroquí, y nos contamos en un ratito nuestras vidas enteras. Sin conocernos de nada... allí las cosas funcionan así, todos somos amigos si queremos. Todos nos echamos la mano. Cuando alguien llora en la estación de Madrid, ¿quién se acerca? la mayoría pensaríamos... ¿y si le molesta? ¿no es de mala educación? Pero si fuéramos todos más abiertos, más cercanos... la cosa cambiaría. 




Echo de menos ir por la calle y decir "Salam" acompañado de una sonrisa a todo el que pasa por delante. Echo de menos los tés compartidos con desconocidos y echo de menos aprender cada día de otras personas, de otras vidas, de otras culturas. 


“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. - Mark Twain

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