miércoles, 20 de enero de 2016

Esa gran primera vez



En  el momento en el que me decidí a ir a Marruecos, hace ya tres años, me apoyaban muy poquitas personas de mi entorno, por no decir una, mi mejor amiga, que fue la que me insistió en que tenía que conocer al país vecino y a la que le debo este gran descubrimiento.
Iba por fin a realizar un voluntariado, a conocer gente, a salir de la zona de confort para empaparme de toda una cultura nueva para mí. Me fui sola, unos días antes que todos los demás voluntarios, y allí me esperaba el coordinador de la asociación, con el que, junto con sus amigos y compañeros que nos acompañaron el resto del viaje, pasé cuatro días en pleno Ramadán. 
Recuerdo como me sentía en esos primeros momentos, cuando aterricé y estaba esperando la llegada de Rachid, como me sentí en el coche de camino a la casa en Marrakech, con la música, viendo las banderas de Marruecos por toda la avenida, viendo las motos repletas de gente, los carros.. estaba realmente fascinada.
La primera tarde, en la habitación que me prepararon y en la que me pasé toda la tarde metida, ya que ellos estaban durmiendo, me pregunté a mi misma que qué hacía ahí, me sentía un poco sola, como fuera de lugar, pero creo que fue por mi propia mentalidad de aquel entonces, por no saber donde meterme o porque nunca había experimentado la sensación de estar sola en otro país, con un idioma y una cultura completamente distinta a la tuya y empiezas realmente a pensar en todo lo negativo que te han dicho antes de irte, incluso puedes hasta dudar de si has hecho bien o no. Pero todos esos pensamientos se olvidaron en cuanto escuché a Rachid llamarme para decirme que nos teníamos que preparar para cenar, que en un ratito ya se podía comer.


De repente, les vi a todos mucho más activos, más alegres, todos colaborando preparando la cena y preguntándome cómo es que había elegido Marruecos, qué hacía en España, cómo era mi familia… empecé a sentir que yo también formaba parte de aquello, estábamos compartiendo la misma comida del mismo plato, me enseñaban qué era lo que comía, me contaban anécdotas sobre sus vidas para que les fuese conociendo y me mostraban sus mejores sonrisas haciendo que olvidase por completo mis preocupaciones de esa misma tarde.
Desde ese momento los siguientes días fueron geniales y si no hubiese sido gracias a ellos no habría conocido ni la mitad de cosas que conocí, ni aprendido tanto sobre sus costumbres y valores.
Con esto quiero decir, que estamos prácticamente absortos en una sociedad y en una educación que nos hace ver lo distinto como malo, haciéndonos creer que lo que hacemos nosotros es lo correcto y desconfiando de todo lo desconocido, en vez de generar en la sociedad un sentimiento y un valor de respeto hacía lo distinto.
Nosotros cuando vamos allí, en la mayoría de los casos,  nos encontramos con una gente que de verdad te quiere dedicar tiempo, ya fuera del interés que le puede proporcionar a la gente marroquí que seas turista o no, si vas con ganas de aprender ellos también lo notan y es entonces cuando también cambian un poco ese rol, y tratan de conseguir que te vayas de allí con el mejor sabor de boca posible, tratan de mostrarte como viven, te escuchan, te preguntan, te cuentan su día a día, historias de su familia y maneras de ver la vida muy distintas y no por ello menos valiosas que las nuestras.

En Marruecos he consolidado el valor de la familia, de la unión, del preciado regalo del tiempo, el valor de compartir absolutamente todo, y eso es algo que tengo que agradecer, y que hace que necesite volver una y otra vez, para escapar de todo este interés, de todos estos prejuicios, de todo el consumismo y egoísmo que veo día a día aquí, de la falta de tiempo, de las prisas, de la falta de unión y empatía.. Y es que encontrar lo contrario en un punto exacto del planeta hace que le hagas irremediablemente un hueco en tu corazón para siempre... y que ir signifique inyectarte un poquito de ese estilo de vida para compartirlo con los tuyos aquí, que se entusiasman igual que tú aunque todavía no lo hayan conocido, o para soportar de la mejor manera posible al resto de la gente que te ofrece su cara de extrañeza más grande y te mira como un bicho raro o como un imposible.
En fin, feliz miércoles!

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