He aprendido a comer con la mano y a comunicarme sin necesidad de ningún idioma.
A disfrutar de un ritmo.
A valorar un trago de agua fría y a hacer ruido tomando té.
A lavarme las manos antes de comer.
A ponerme en la piel de otro para empezar a entender su punto de vista.
A ducharme sin ducha.
A confiar en las personas y a superar las despedidas.
A sonreír desde el primer rayo de luz hasta el último.
A pasear descalza.
A entender que el respeto es siempre lo más importante.
Que el niño más inteligente es el que quiere saber.
Que cuando haces lo que quieres y sientes la libertad es cuando empiezas a ser feliz.
Que el que menos tiene es el primero en dar y que hay valores que no deberían haberse perdido nunca.
Que no hay nada como la familia.
He aprendido a ser yo cien por cien, sin preocuparme del que dirán.
A subir y bajar dunas.
A quererme a mi misma y a sentirme bien.
A dar palmas.
A dejar de criticar y empezar a entender y a aprender de otras culturas y a hacer mías costumbres ajenas.
A llorar de felicidad.
A olvidarme de todo, dejar la mente en blanco y disfrutar del momento, del segundo que estás viviendo. A interiorizar que el presente es, como bien dice la palabra, un regalo.
Que todos tenemos, si queremos, algo bueno que ofrecer al mundo.
Que lo que nos enseñan de no relacionarnos con desconocidos es un tremendo error y que los prejuicios y las etiquetas solo sirven para hacer daño.
Que el tiempo es acojonantemente relativo y que lo poco que he aprendido carece de mucho valor comparado con todo lo que ignoro.
He aprendido que al final solo tienes lo que das, que quien lucha consigue y que los sueños a veces se cumplen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario