miércoles, 22 de abril de 2015

Que te lo dan todo, sin esperar nada a cambio...

La hospitalidad marroquí. Ya os hemos hablado alguna vez de ella, es una de las singularidades y buenas características del pueblo marroquí. Esta vez queremos contaros una anécdota (entre miles que podríamos escribir) para que entendáis a que nos referimos, para reflejar esa hospitalidad en su estado más puro.

Para situaros un poco: Semana Santa recién llegadas a Marrakech. Parece ser que se nos ha metido en el cuerpo eso de no hacer planes, de dejarse llevar, en Marruecos siempre nos ha funcionado y somos de tomarnos muy en serio lo de que la prisa mata así que... convencidas (en el fondo solo nos sonaba haberlo escuchado) de que a la noche un bus nos llevaría a nuestro destino (Errachidia) cogemos un taxi para que nos lleve a la estación a comprar el ticket pero al llegar... ¡Sorpresa! ¡No hay bus a la noche! A ver, a ver no puede ser. Volvemos a preguntar de otras dos o tres formas distintas pero nada, lo de que no hay bus es cierto. Nos miramos, reímos (nuestra costumbre de reír ante los problemas) y nos paramos a pensar: Tendríamos que pasar noche en Marrakech, una noche menos en nuestro querido desierto... ¡Algo hay que hacer! No nos conformamos, salimos a donde el taxista (que ya nos lleva esperando el pobre un buen rato) y, mediante gestos y como buenamente podemos, le explicamos que queremos encontrar alguna manera de coger esa misma noche rumbo a Errachidia, Rissani, Merzouga... ¡Donde sea! Cuando por fín nos entiende, nos dice que subamos al taxi, que el sabe de otra estación. No sabemos si realmente nos ha entendido, de hecho estamos casi seguras de que no, pero nos dejamos llevar. 



Nos lleva a otra estación de autobuses (la que realmente usan los marroquíes). Desde el taxi grita a otros hombres que corriendo vienen y... ¡Comienza la operación bus! Rápidamente nos cogen las maletas y corriendo nos llevan a comprar un ticket que no sabemos ni si nos llevará donde queremos ni si valdrá, pero bueno, nosotras les seguimos haciendo caso. Cargados con nuestras pesadas maletas van más rápidos que nosotras y nos llevan hasta un autobús. No entendemos mucho, pero nos dice que hay un bus que nos lleva a donde queremos. Contentas, pero sin saber realmente a donde nos llevan, seguimos a los dos hombres que llevan nuestras maletas. Empieza el típico barullo de pedir propina por cogernos el ticket, por llevarnos las maletas, nos dicen que nos subamos... pero como ya tenemos un poco de callo, nos meten las maletas en el nuestro bus y nos quedamos fuera. Nos piden propina para ellos, para los chicos que hay con ellos y hasta para el apuntador. Es entonces cuando dos hombres nos dicen que no demos nada y que nos quedemos con ellos, invitando al resto a irse ya, diciéndoles que ya les damos las propinas a ellos. No tardan en presentarse, Mohamed y Zaid.

Mohamed es un señor que ronda los 50 años, delgadito, morenito y con una bonita sonrisa. Sólo habla marroquí. Zaid es más jóven, un poquito más rellenito y puede entender algo de francés. Comparte con Mohamed la bonita sonrisa. Estos son los conductores. Enseguida nos explican que falta una hora todavía para que salga el autobús y que nos podemos quedar fuera. Nos invitan a sentarnos con ellos (donde se guardan las maletas) y empieza la típica conversación divertida en cuatro idiomas, sin entender realmente la mitad, pero suficiente para reír y conocernos. "¿Tu primera vez aquí?" "Oh, ¡pero si sabes árabe!" Mentira, les dices dos frases y se emocionan" "¿Hablas francés?". 
Y ahí es cuando empieza la hospitalidad de la que os hablo. Pronto, un chico se acerca con un par de vasos de té, y ya estamos los cuatro pasándonos el vaso. Mohamed nos anima a subir al bus con un trozo de cartón, no entendemos mucho para qué pero allá que subimos. Entre risas comprendemos que lo que pretende con ese trocito de cartón es que elijamos los mejores sitios para guardárnoslos ¡Es muy atento con nosotras!

Después de un rato agradable llega la hora de coger el bus. Entran personas vendiendo comida. Nos resistimos, porque no sabemos que nos van a pedir ni si nos van a entender, la cara de guiris se nos ve de lejos, pero en el fondo no hemos cogido nada con las prisas y nos esperan 12 largas horas de viaje. Es entonces cuando ¡sorpresa! aparece Moha (ya tenemos confianza y le llamamos así) con una bolsa. Miramos dentro y podemos ver que tiene yogures, bollos y agua. "¡Jo, Moha, déjanos darte dinero, un poco, porfa!". Pero en realidad sabemos que no nos va a dejar, nada, se niega a que le paguemos lo que nos ha comprado. Que detalle, ¿un conductor de Alsa que haga eso? ¿os imagináis? (sin tener nada en contra de los conductores de aquí, pero para que os hagáis una idea de la diferencia). No contento con eso, cuando un chico sube vendiendo naranjas nos compra unas cuantas para nosotras. Marrakech, calor horrible, unas naranjas son gloria, pero ya empiezas a sentirte mal y es hora de pagar algo. Es entonces cuando preguntamos al chico cuánto ha sido, le mira a Moha, y dice que no que lo paga él, que no nos lo dice. Otra vez nos quedamos sin poder pagar. Y ya no es el hecho de pagar o no pagar, es el detalle, estar todo el rato atento, querer que estemos a gusto, cómodas, sin apenas conocernos. Y reírse cuando intentamos meterle el dinero por el bolsillo sin ningún éxito.
Por fín salimos, y empieza el largo viaje. Tenemos ganas, estamos, nerviosas y felices. Nunca hemos viajado con esa empresa de autobuses así que empiezan nuestras hipótesis sobre cuándo hará alguna parada el bus, cuántas paradas hará... Ya llevamos unas cuántas horas de viaje, nos hemos comido casi todo lo que nos ha dado Moha (llevábamos sin comer desde la mañana) y las tripas comienzan a manifestarse.

Por fin ¡primera parada! ¿Qué hacemos? ¿Qué compramos? Tenemos hambre, sólo hay un bar donde no venden nada rápido y nos da apuró pedir algo por si el bus se va antes. Bueno, vamos al baño, lo pensamos por el camino. Al salir del aseo está el típico señor sentado en una mesa que recoge dinero por entrar al aseo. Nos miramos, no tenemos nada suelto de dinero y decidimos hacernos las novatas, disimular y salir del aseo como si no supiésemos nada. "¡Madame, madame!" Mierda, es a nosotras, nos han pillado. Nos giramos y abrimos el monedero para ver lo que llevamos aún sabiendo que no tenemos monedas. En este tiempo aparece Zaid que viene corriendo hacia nosotras, nos mira, nos hace guardar el monedero y le da unas monedas al señor "¡No, Zaid! ¡Toma!" Ya nos estamos pasando, esto es echarle demasiada cara, pero es que no nos dejan darles nada. A continuación, Zaid desde lejos nos grita "¡yialah, yialah! ¡Ayi, ayi!" Por nuestro limitado árabe entendemos que quiere que lo sigamos y eso hacemos ¿Dónde nos lleva? Cuál es nuestra sorpresa cuando, en un momento, nos vemos sentadas con los demás conductores, charlando entre risas y con un gran pollo asado con patatas fritas y una ensalada presidiendo la mesa. ¡Comed, comed! Nos repiten una y otra vez. Nuestra timidez y apuro sabiendo ya que otra vez vamos a cenar gratis nos hacen cortarnos un poco. Pero, a los dos segundos, ya nos hacen sentir dos más del grupo, ya estamos comiendo y bebiendo como ellos, hablando, riendo y contando nuestra experiencia ¡Zaid y Moha ya parecen nuestros amigos de toda la vida! Como temíamos, otra vez no pagamos nada y subimos al autobús a continuar nuestro viaje. 

Nos esperan otras cuántas horas pero con la barriga tan llena echar una siestecita es fácil. Nos acomodamos, probamos dos o tres posturas diferentes hasta que encontramos la nuestra y cerramos los ojitos.
¡Qué rápido pasa el tiempo! Ya estamos en la segunda parada. En ese estado por el que se pasa cuando te despiertas en el que estas medio durmiendo y no te enteras de mucho nos abren la puerta del bus. De repente, un olor a rica carne asada inunda todo, pero aún seguimos muy llenas de todo lo que hemos comido en la parada anterior. Pensamos en quedarnos en el bus pero esta vez es Moha el que nos "obliga" a seguirle. Mientras el resto de pasajeros disfrutan de la parada en la calle, Moha nos lleva a una sala con mesas para resguardarnos del frio a la vez que nos sirve un rico té. De nuevo, hablamos, reímos, disfrutamos del momento. De repente, comienzan a traer pan, especias, agua... ¡Exacto! Una nueva cena se avecina. Esta vez nos deleitan con un delicioso plato de carne de cordero asada y con un unísono "bisaha" todos comenzamos a comer. Nosotras estamos muy llenas pero nos sabe un poco mal no aceptar la invitación así que ¡a comer sea dicho! Como siempre, no nos dejan pagar nada.


Continuamos nuestro viaje. Moha y Zaid se pasean de un lado a otro por el pasillo del autobús controlando las personas que suben y bajan y que les acompañan a sentarse en sus asientos. Cada vez que pasan por nuestro lado nos regalan una sonrisa que nos hace sentir que todo va bien.
Después de unas horas ya llegamos a Errachidia ¡Nooo! Es sólo el primer día y ya comenzamos con las amargas despedidas ¡Las odiamos! Zaid nos ayuda a bajar las maletas mientras que en el bolsillo le metemos el dinero que justificamos que es de las maletas (en Marruecos se paga, aparte del ticket, en función de las maletas que lleves y, antes de subir, tampoco nos había dejado pagarle esto). Con este dinero le damos algo más como agradecimiento por lo bien que se han portado con nosotras. Ya nos vamos, pero... ¡Un momento! Moha viene hacia nosotras con un papelito en la mano ¿Qué será? Jo, Moha, tan atento como siempre, nos da su número de teléfono por si necesitamos algo durante nuestra estancia en Marruecos.


Triste despedida y alegre reencuentro. Nuestro amigo Zouhair ha venido a buscarnos a la estación y con el comenzamos una nueva historia. Porque en eso se basan nuestros viajes a Marruecos, en tristes despedidas y en alegres reencuentros. En historias que comienzan y acaban pero siempre con un final abierto, con un final que será el comienzo de un nuevo reencuentro.
Confiamos en que, algún día, en uno de nuestros regresos, nos volvamos a cruzar con Moha y Zaid. Mientras tanto, estamos contentas de saber que existen personas tan maravillosas que seguirán cuidando de gente perdida como nosotras, personas que te dan todo a cambio de nada, personas que todo el mundo que viaja a Marruecos debería encontrarse para tener la oportunidad que tuvimos nosotras de convertir un ardúo viaje de 12 horas en una de las mejores historias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario